Aunque
en algunos regiones de Latinoamérica y otras partes del mundo se incorporan insectos en la gastronomía,
la verdad es que a la mayoría de personas la idea de comer larvas, grillos,
escorpiones y demás bichos no es muy agradable que digamos. Tal vez los asiáticos y africanos allí nos
llevan la delantera a la mayoría pues para ellos la entomofagia, ingesta de insectos,
arácnidos y artrópodos, está a la orden del día y tiene un valor nutricional
importante en sus dietas. En el futuro cercano lo más probable es que todos debamos
incorporar insectos y arácnidos a nuestra dietas para poder alimentarnos de una
forma más efectiva y económica. Pues aunque estos bichitos se ven desagradables, son
muy ricos en proteínas, grasas, fibras y vitaminas y tal vez sean una solución
asequible para alimentar a la creciente población mundial y compensar por la falta de recursos y alimentos.
Cuando
visité Beijing, años atrás, tuve la oportunidad de probar insectos en el mercado
de Donghuamen. Para mi fue una aventura
y me atreví a probar escorpiones, saltamontes y culebras, entre otras cosas, por
pura curiosidad y a pesar de que sabía de su rico valor nutritivo créanme que no
me moría por degustarlos. Al final, no estuvieron mal; de hecho sabían
bien. Pero de cualquier manera, la idea
de que debido a la creciente población humana y cada vez menos recursos tal vez
debamos incorporar insectos a nuestra dietas no me agrada mucho. Y creo que esta mentalidad se debe
en parte por mi crianza y mis costumbres, pero estoy consciente de que añadirlos a
nuestra lista del supermercado, tarde o temprano, será lo mejor para la
supervivencia de todos.
Según
estudios recientes de las Naciones Unidas la crianza y consumo de insectos es
una de las mejores opciones para no sólo para subsistir sino también para reducir la contaminación y para que
millones no mueran por desnutrición. De los siete billones de personas que
viven en el planeta en la actualidad dos billones consumen insectos, arácnidos
y artrópodos en sus dietas regulares, y alrededor de un billón de persona sufre
de malnutrición y hambre. Estos no tienen acceso a ningún tipo de alimentos
ricos en vitaminas ni minerales, ni a insectos, que podrían ser una alternativa económica y eficiente a la falta de comida común.
Incorporar
la entomofagia en nuestras vidas quizá sea al comienzo una cuestión de voluntad,
un cambio de mentalidad con un factor de pragmatismo; pero para las generaciones
futuras tal vez esta sea la única opción para poder subsistir pues las estadísticas
estiman que para el 2050 alrededor de dos billones de personas sufrirán de
hambre. Se calcula que la población
mundial será entonces de 9 billones y que tendremos que producir casi el doble
de alimentos, teniendo en cuenta que parte de lo que se cultiva se utilizará
para alimentar los animales que comeremos también, por lo que se necesitará de
muchísimos recursos, energía y tierra, y esto provocará un montón de
contaminación ambiental. Mientras que criar insectos requiere menos recursos,
energía y espacio, y produciría menos gases de invernadero y daños al ecosistema.
Actualmente
casi 70% de las personas no consumen insectos y le tienen una repulsión muy
grande a la entomofagia y puede que se demoren mucho en cambiar sus hábitos
alimenticios y aceptar esta idea. Históricamente con la occidentalización de la
dietas y la culturas en menos lugares se consumen insectos. En los Estados
Unidos por ejemplo varias tribus nativas consumían insectos pero esta práctica
fue desalentada, menospreciada y suprimida por los blancos. Así mismo más
recientemente en África, en Mali, muchos niños y personas se valían de
saltamontes para complementar sus dietas y obtener proteínas, sin embargo desde
el 2010 empresas occidentales que cultivan algodón comenzaron a rociar las
plantaciones con pesticidas matando los insectos y prohibiendo a las personas
consumir los pocos que quedaban por temor a envenenamiento. Ignorando completamente la importancia que los saltamontes tenía en la dieta de estas personas y obviamente sin substituir la perdida de los saltamontes con nada.
Si en
el futuro una libra de pollo costará $18 y una de orugas $7, créanme que yo
estaré consumiendo la oruga, que por cierto dicen sabe muy bien y es nutritiva.
Sin embargo, yo preferiría explorar la posibilidad de consumir insectos,
arácnidos y artrópodos mucho antes de que la inflación llegue a esos niveles
por las terribles circunstancias de pobreza y falta de recursos a nivel mundial,
producto de nuestro egoísmo, inflexibilidad y por no tomar medidas preventivas
a tiempo. De cualquier manera según análisis alimenticios todos en el mundo ya
estamos consumiendo insectos sin saberlo, pues muchos vegetales frescos y
enlatados contienen fragmentos de insectos e incluso insectos enteros. Así que
qué más da. Bon Appétit!