La
planta del tabaco ha dividido al mundo en fumadores y no fumadores, y
desde que los europeos la descubrieron en América Latina, promoviéndola
enseguida por todo el mundo, ha causado que fortunas se construyan en su
nombre y que terribles desgracias se den también. La inquisición
condenó a esta hoja, en el momento de su introducción a Europa,
argumentando que “solo el diablo puede dar al hombre el poder de sacar
humo por la boca”. Pero en el nuevo continente los indígenas la usaban
milenariamente como hierba medicinal, en rituales sagrados, y en
medicaciones diplomáticas cuando se fumaba la pipa de la paz, y su
reputación fue siempre positiva. Por lo tanto, la controversia que el
tabaco ha sufrido queda altamente vinculada a su contexto
histórico-social.
En
nuestra época la reputación del tabaco es mala principalmente por la
manipulación que esta hoja ha sufrido por parte de su industria. Los
cigarrillos y productos con tabaco que mayormente se venden no están
compuestos solamente de tabaco, sino que contienen también otros
químicos y substancias, algunas altamente nocivas, en los filtros y
papel y otras mezcladas con el mismo tabaco. Se han descubierto cerca de
4,000 substancias químicas entre los componentes de cigarrillos y entre
estos compuestos unos 40 son cancerígenos.
La
industria tabacalera fue desenmascarada públicamente a mediado de los
90 por sus prácticas inescrupulosas. Uno de los casos más famosos fue
cuando Jeffrey Wigand, ex-vicepresidente de investigación y desarrollo
de la tercera tabacalera más grande del mundo, Brown & Williamson
Tobacco Corp., testificó que su compañía manipulaba intencionalmente la
nicotina en los cigarrillos para crear más adicción; y que usaba
aditivos para mejorar el sabor a pesar de que estos tenían propiedades
cancerígenas, entre otros testimonios. Finalmente estas prácticas
inescrupulosas le costaron a la B&W alrededor de $264 billones, y
obligaron a los gobiernos mundiales a tomar medidas más rigurosas sobre
este producto.
La
historia de las plantaciones de tabaco en el Caribe y otras regiones
también ha dejado huellas de la explotación a los más pobres y a la
tierra para el enriquecimiento de un grupo, que para maximizar ganancias
y reducir costos se ha valido de todo tipo de artimañas. Tras las
prácticas ambiciosas de las compañías de cigarrillos y el denso “humo
negro” que han dejado por varios años, el tabaco como producto natural
ha sido desprestigiado; pero la hoja del tabaco no es el verdadero
demonio aquí. Debemos ser críticos y distinguir a los verdaderos
“diablos” en nuestra sociedad.
Según
informes de finanzas, las seis tabaqueras más grandes del mundo
tuvieron ganancias combinadas de más de $35 billones de dólares sólo en
2011, y las ganancias de esta industria a nivel mundial se estiman en
$500 billones a pesar de que las muertes asociadas por fumar siguen a la
alza. Este “vicio,” como algunos lo llaman, puede convertirse en letal
para muchos y es ciertamente lucrativo para unos pocos.
Tratando
de compensar por la alta tasa de fumadores los gobiernos de varios
países y regiones tienen impuestos asociados a las cajetillas de
cigarrillos y otros productos con tabacos, regulaciones específicas
sobre su promoción y distribución, y también tienen claras y cada vez
más vistosas advertencias en las cajetillas. Además en 1987 la
Organización Mundial de la Salud decretó el 31 de Mayo como el Día
Mundial sin Tabaco, con el objetivo de tener un día en todo el mundo de
abstinencia de todas las formas de consumo de tabaco y de llamar la
atención mundial ante la amplia presencia de cigarrillos y los efectos
negativos para la salud y el medio ambiente que estos causan.
Por
donde uno mire la realidad es que los productos no son los culpables de
nuestra propia destrucción, sino que es la forma en que nosotros
escogemos, usamos y actuamos con relación a estos productos. Lo que sí
es cierto es que a diferencia de otras substancias que uno pueda
consumir, y que también pueden ser dañinas en exceso como el alcohol y
el azúcar, al fumar tabaco se generan “fumadores pasivos” por lo que ha
sido necesario regularizar mucho para separar a los que fuman de los que
no. En los Estados Unidos y muchos países por muchos años se podía
fumar en todas partes, incluso en los aviones y clínicas, y se
desconocía de las consecuencias negativas de este hábito. En la
actualidad estamos advertidos de lo nocivo que pueden ser algunos productos, entre esos los altamente manipulados cigarrillos, y gracias a esa información tenemos más herramientas para
crear conciencia y actuar con discreción.





Por
ejemplo, quién se imaginaría que varias personas irónicamente perderían
sus piernas después de asistir o correr en un maratón donde se
plantaron bombas y que la ciudad suspendería sus actividades casi por un
día para atrapar a dos jóvenes sospechosos del atentado; lastimosamente
sabemos que esto ocurrió tras la tragedia del Maratón de Boston y que
además dejó muertos. Y quién creería que tres mujeres podrían ser
secuestradas por diez años a sólo tres millas del lugar donde fueron
raptadas, sin poder escapar y sin que nadie se diese cuenta de lo que
ocurría en la casa donde eran cautivas. Nuevamente, estas son las
tristes noticias que recientemente escuchamos de Cleveland, Ohio. Ambos
eventos reales son terribles y parecen provenir de un cuento de ficción
donde los sucesos se dan de tal manera que la suerte parece forzada y
las coincidencias o desgracias demasiadas. 
Por
ejemplo, algunas teorías conspirativas sugieren que varios laboratorios
y gobiernos han desarrollado enfermedades en las últimas décadas tales
como la gripe porcina, la enfermedad de las vacas locas y la gripe A
(H1N1) para enriquecer a las farmacéuticas encargadas de desarrollar las
curas a estos males. También hay muchas teorías de operación de bandera
falsa, es decir complots encubiertos y llevado a cabo por un gobierno,
diseñados para culpar a otros y potencialmente ir a guerra, crear nuevas
leyes, hacer nuevas inversiones o firmar convenios, etc.